A Johann Rodríguez-Bravo, estas fantasías tan mías como suyas.

Tarde

— ¡Buenas tardes Princesa! —dijo Manuel a Salomé con una caja de alfajores y una botella de vino. Ella, sorprendida por la presencia del joven Arabia en su casa, como si fuera un mensaje publicitario exclamó:
— ¡Estos son los detalles que enamoran! ¿Y cómo te las ingeniaste para entrar?
— Contraté a un cerrajero —contestó Manuel enseñándole las llaves de su papá—. Ordené mariscos para el almuerzo, ¿te gustan?
— Me encantan —respondió ella—, pero dicen que tienen efectos afrodisíacos.
— No sé, pero podemos comprobarlo.
— Y… se puede saber ¿qué estamos celebrando? Lo digo por el vino.
— Celebramos que estamos jóvenes y tenemos salud, dinero y larga vida para los dos —dijo acercándole una copa del licor.
— ¿Me dices todo esto para llevarme a la cama?
— Bueno, también...
— ¿Y no te importa que haya sido la mujer de tu papá? — preguntó fingiendo voz de niña mimada.
— Yo puedo ofrecerte lo que él no hubiera podido: juventud y una vida llena de placeres. Déjame resarcir a mi papá de las promesas que nunca cumplió. Tú eres una mujer inteligente y sabrás entender…
— ¡No sé por quien me tomas! Lazzar me contó que tenías novia y este año planeabas casarte con ella. Ahora no vas a salir con el cuento que la vas a dejar por mí…
— ¿Quieres probarlo? —dijo poniendo sobre la mesa su viejo teléfono móvil.
— ¡No hables tanto y llámala!
Llenando nuevamente su copa y encendiendo un cigarrillo, Manuel llamó a su novia Satine y le dijo que su noviazgo no podía continuar, porque conoció a una mujer que a diferencia de ella lo había apoyado en esos días tan difíciles y se ganó su cariño. Sin esperar a que Manuel terminara de hablar, Satine colgó su teléfono. Cuando Manuel colgó, Salomé, dejando sobre la mesa su copa de vino, le dio un beso y mirándolo a los ojos le dijo:
— ¡Sí, te creo! Pero si me llegas a engañar, ni te imaginas de lo que soy capaz…
— No digas bobadas, ¡tú eres lo que siempre soñé! Además, mañana mismo, en la presentación del libro de mi tía Esther, quiero presentarte como mi prometida. Entonces ocuparás tu lugar en el hotel.
— Si buscabas llevarme a la cama, ya lo conseguiste. Ven, amor, vamos a mi cuarto.
En ese momento llegó el repartidor de comida. El joven Arabia recibió las cazuelas de mariscos y trayendo cubiertos de la cocina, los puso sobre la mesa del comedor.
—Ven, primero almorcemos y luego celebramos.
— Está bien, me muero de hambre.
Mientras servían el almuerzo, sonó uno de los teléfonos móviles de Manuel. Era la tía Esther, quien le pidió una opinión sobre el discurso que leería en la presentación de su libro.
— Con mucho gusto tía… termino de almorzar y salgo para tu casa —dijo Manuel bostezando.
— Bueno, te espero. ¿Y cómo estás, hijo?
— ¡Excelente tía!
— Te cuento que terminé de leer la novela de Nabokov y tengo un par de anotaciones sobre lo que te quiso decir Lazzar con el fragmento subrayado.
— ¡Qué bien, ahora me cuentas! Además, quiero pedirte que mañana en la presentación del libro, me abras un espacio para pronunciar unas palabras.
— ¡Claro! ¿Quieres decir algo con respecto a tu padre?
— Más o menos, en un rato te explico de qué se trata.
— Está bien, te espero.
— Como yo hablo muy en serio, esta tarde voy a pedirle la bendición a mi tía y en horas de la noche me encantaría verte.
— Nunca pensé que fueras tan especial. ¿Y en dónde nos vemos? ¿En el café?
— No… prefiero un sitio más romántico: ¿Qué te parece a las diez de la noche en “El Valle de los Alacranes”?
— Sí, amor, ahí estaré.
— ¡Ahh, una última cosa! Prométeme que no le dirás a nadie sobre lo nuestro. Mañana, quiero sorprender hasta al más incrédulo de los hombres.
- Te lo prometo.

No hay comentarios:

Acerca del autor

Acerca del autor

Biobibliografía

Una tarde cualquiera, cuando estudiaba administración de empresas en la Universidad del Cauca y salía de la biblioteca con una novela bajo el brazo y no con el libro de matemática financiera que necesitaba, entendí que mi vocación era la literatura. ¡Sí, la literatura! No fue sencillo reconocerlo y menos aceptarlo, al punto que aún no me dedico de lleno a las letras.

Nací en Popayán (Colombia) en abril de 1980, ciudad que como un Aleph superpone presente, pasado y futuro. En el 2001 obtuve una mención de honor, en el Segundo Concurso de Cuento y Poesía Radio Universidad del Cauca. El cuento finalista fue Cábala en Re Menor y salió publicado en la antología Al Filo de las Palabras. Tres años después, junto a entrañables amigos, fundamos la Revista Cultural La Mandrágora, de la que soy director. En junio de 2006, fui becario de la Fundación Mempo Giardinelli y de la Universidad de Virginia (Estados Unidos), en el Seminario de Literatura y Crítica, realizado en Resistencia (Argentina).