A Johann Rodríguez-Bravo, estas fantasías tan mías como suyas.

Lunes Santo - Mañana

Cuando Manuel entró al restaurante, los primeros rayos de sol empezaban a resplandecer. En el desayuno de trabajo lo acompañaban el Jefe Administrativo, un chef internacional, el capitán de los meseros, la jefe de las aseadoras, el cura párroco y un comandante retirado del ejército, responsable de brindar seguridad. Aquella mañana arribarían cientos de personas provenientes de todo el mundo, con la intención de asistir a las conmemoraciones religiosas que hacían de esta ciudad La Jerusalén de América. Entre estos eventos se encontraban las procesiones de Semana Santa, el Festival de Música Religiosa, las visitas a los museos, las diferentes eucaristías y un gran número de actividades culturales.
Una vez iniciada la reunión, los empleados anunciaron que todo estaba listo para hacer que los huéspedes se sintieran como en su propia casa. Desde el salpicón, el manjarblanco y el helado de paila que acompañaban las comidas, pasando por la seguridad de los huéspedes en las visitas turísticas.
Cuando la reunión estaba por terminar, entró en el restaurante el agente Valdivieso. Llevaba las manos en los bolsillos de su abrigo. Manuel lo saludó y le pidió esperarlo en su oficina.
Cuando Manuel entró a su despacho, el humo de la pipa de Valdivieso invadía todo el recinto. Él hablaba por su teléfono móvil con un agente del Comando de Policía. Su voz ronca y escandalosa se escuchaba desde los pasillos. Había cambiado de pipa y de picadura. Ésta era recta y fumaba una mezcla fuerte a vainilla. Cuando Manuel consideró lo anterior, Valdivieso le contó que un tío suyo que hacía parte de un club de fumadores de pipa, le había traído esa picadura de Holanda. También le confesó que encontraba placer en fumarse una mezcla aromática y al día siguiente, una no aromática.
— Desde el sábado nos hemos dado a la tarea de seguir a Rafael Eduardo. Podría asegurar que algo se trae entre manos —aseguró Valdivieso.
— ¿A qué se refiere exactamente?
— Mire, el viernes en la tarde, Rafael le dijo a su mujer que todo el fin de semana estaría en un congreso organizado por la Asociación Nacional de Hoteleros. A las once de la mañana doña Carmenza lo dejó en el aeropuerto. El muy pícaro, en cuanto la vio marcharse, abordó un taxi. Los detectives que lo seguían trataron de alcanzarlo pero lo perdieron de vista. En horas de la tarde, Rafael llamó a su esposa para informarle que llegó bien. Como las líneas telefónicas se hallaban intervenidas, dimos fácilmente con su paradero: se encontraba a las afueras de la ciudad en una casa-finca de propiedad de un primo suyo. Al sospechoso lo acompaña una joven que no debe sobrepasar los dieciséis años de edad y con la que sostiene una íntima relación. Ellos siguen en la finca, pero aún no se ha establecido la identidad de ella.
—Mi papá, al igual que Rafael Eduardo, salía con una niña —comunicó Manuel, con una expresión de gravedad en su rostro.
— ¡Ahí están pintados estos millonarios! —exclamó Valdivieso alisándose la barba.
Fingiendo no conocer quién era la novia de su papá, Manuel le enseñó a Valdivieso la carta y le habló sobre la novela de Nabokov y sobre el fragmento del libro subrayado. Del mismo modo le dijo que con su tía asumieron que la “lolita” debía
trabajar ahí, porque Lazzar muy pocas veces se ausentaba del hotel. Pero le confesó que lo desconcertaba darse cuenta que así como Rafael Eduardo hizo creer a su mujer que asistiría a una reunión de negocios y a escondidas se veía con alguien más, su papá también pudo hacer lo mismo.
Después Manuel permaneció largo rato en silencio y comenzó a balancearse en su silla, de arriba hacia abajo. Valdivieso lo miraba impaciente, pero no se atrevía a interrumpir sus pensamientos. De repente Manuel rompió el silencio:
— Es probable que la novia de mi papá sea la misma persona que en estos momentos se encuentra con Rafael Eduardo.
Para vengarse de él, esta mujer pudo aliarse con el presidente de la Junta Directiva. La envidia de Rafael es conocida por todos.
— Su teoría tiene sentido, joven. Tanto en la literatura policíaca, como en los casos reales de homicidio, la mayor de las veces los móviles de los crímenes son el amor o el dinero. La muerte de su papá y de Jorge, pudieron ser una mezcla de ambos.
Valdivieso se levantó de la silla y se puso su abrigo. Le dijo a Manuel que si lo llegaba a necesitar no dudara en llamarlo.
Por último le recomendó que así fueran mínimas las posibilidades de que una de las trabajadoras de ese hotel fuera la supuesta novia de su papá y, a su vez, saliera con el presidente de la Junta Directiva, hiciera lo propio investigándolas.
Manuel se levantó y le estrechó la mano, acordando reunirse el Miércoles Santo.

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Biobibliografía

Una tarde cualquiera, cuando estudiaba administración de empresas en la Universidad del Cauca y salía de la biblioteca con una novela bajo el brazo y no con el libro de matemática financiera que necesitaba, entendí que mi vocación era la literatura. ¡Sí, la literatura! No fue sencillo reconocerlo y menos aceptarlo, al punto que aún no me dedico de lleno a las letras.

Nací en Popayán (Colombia) en abril de 1980, ciudad que como un Aleph superpone presente, pasado y futuro. En el 2001 obtuve una mención de honor, en el Segundo Concurso de Cuento y Poesía Radio Universidad del Cauca. El cuento finalista fue Cábala en Re Menor y salió publicado en la antología Al Filo de las Palabras. Tres años después, junto a entrañables amigos, fundamos la Revista Cultural La Mandrágora, de la que soy director. En junio de 2006, fui becario de la Fundación Mempo Giardinelli y de la Universidad de Virginia (Estados Unidos), en el Seminario de Literatura y Crítica, realizado en Resistencia (Argentina).